Un "Amistad" en el Río de la Plata


A las peripecias del barco negrero “Amistad”, las conocimos de la mano de Steven Spielberg.

En América del Sur, tuvimos nuestra propia “Amistad”. Me enteré de la historia, gracias a un dato de Alyxandria, que lo había leído en una novela “histórica”. Según su autor, una mujer había comandado el amotinamiento… Ese escritor sostenía que había leído el documento que validaba sus dichos, en el AGN(1). Para mí fabulaba, porque un suceso semejante, el de una “capitana negra del mar”, no se escaparía a otros historiadores, así que lo rastree.
Si bien no hubo mujer alguna, se trató de un acto que vale la pena recordar.


El 10 de diciembre de 1800, Ignacio de Santiago Rotalde, importante vecino del Perú, se despertó recordando que su “San Juan Nepomuceno de Lima”, estaría zarpando de Montevideo. Estaba orgulloso de su barco, y aunque el trayecto al Callao suponía un largo viaje envolviendo toda la América del Sur, confiaba en que el capitán Anselmo Ollague lo llevaría sin contratiempos. En sus ojos brillaban los filones de oro y de plata que el término del viaje le reportarían.

Transportaba un cargamento variopinto: ropas, sebo, cera, alquitrán, aceites y 70 “negros” de diferentes naciones, aunque la mayoría eran moros del Senegal.

El propietario se equivocaba, no volvería a ver a su portentosa nave. La noticia de su destino, la dio a conocer la “Gazeta de Filadelfia(2) , que reprodujo lo que la tripulación de un barco senegalés le contara a los vecinos del puerto de Salem.

Según este periódico el viaje del San Juan Nepomuceno, había corrido una suerte inesperada. Desde luego, ésta no vino de la mano del sebo, sino de la de esos “negros”, “que aunque muchos de ellos estaban sentenciados por delitos varios, gozaban de libertad de movimientos en el barco, por lo que los traficantes no los custodiaban”. (ya sabemos todos como miente la prensa)

La proa llevaba ya una semana partiendo los mares en dirección al sur.

Los esclavos, que todo lo habían perdido menos la esperanza, dieron vuelta la taba.

A la una de la tarde del 17 de diciembre, aprovechando que la tripulación dormía la siesta, el esclavo Antonio, mozo despierto de 30 años que había sido carpintero de buque, elegido “comandante en jefe “ por sus compañeros, dirigió el amotinamiento.

Según el periódico, “Hirieron en el pescuezo al Capitán”, y mataron a cuatro oficiales. Antonio explicó al resto de los embarcados que no los dañarían, ellos solamente pretendían su libertad, propusieron a los marineros que navegaran rumbo a Senegal, que nada temían que temer, sus vidas serían respetadas y se les trataría bien.

No albergaba el ánimo de los esos hombres la venganza, porque al día siguiente cuando toparon con un pequeño barco español que se dirigía a Lima, transportaron a él al Capitán Ollague, al escribano y a otros 24 marinos. Reteniendo a Joseph Petre, para que condujese el navió.

El viaje fue penoso.

Nunca conoceremos todas las peripecias sufridas. Un viaje entre Canarias y Montevideo llevaba 61 días de navegación, sin embargo, ellos navegaron durante 5 meses, luchando contra los vientos y el escorbuto que se llevó a 24 de los amotinados. Al cabo de ese tiempo, tocaron “San Nicolás” en las Islas Verdes, para aprovisionarse. Desembarcaron al oficial y a otros 20 españoles a fin de que buscaran ayuda entre los suyos. Petre convenció a Antonio para que bajara con él. La traición estaba tendida.

Las autoridades de la isla, hicieron un plan de ataque para capturar al barco que había quedado a tiro de cañón de la fortaleza.

Apenas empezado el fuego, otro esclavo tomó el mando de Antonio. Se trataba de un hombre valiente y tozudo al que Antonio había designado como segundo al mando: el senegalés Lara.

Este hombre hizo picar el cable y huyeron al mar. A los 12 días llegaron a la rada de Senegal, entraron con bandera española, y saludaron al castillo con 11 cañonazos que fueron respondidos.

El jefe Lara, bajó a tierra con todos sus compañeros que habían sobrevivido, entregó el barco al gobernador, y pidió la libertad.

El San Juan Nepomuceno era una nave de más de mil toneladas, trasportaba 30 piezas de artillería de calibre de a 12, se lo remató públicamente con toda su carga, según disposición de aquel gobierno, con beneficio a su propietario. A la tripulación española se le otorgó permiso para ir a donde quisiere.

A todo hombre de bien, le gustaría pensar que Lara y sus compañeros se internaron en sus tierras, reencontraron familia, y vivieron de acuerdo a sus determinaciones.

El periódico no les dedica un párrafo… O sí, todo está dicho, aunque a nosotros nos cueste comprender… “Se lo remató públicamente con toda su carga”.

Si el decidido Lara y los suyos conservaron la vida, regresaron a América a cumplir el trágico sino de la esclavitud.


(1) AGN . Archivo General de la Nación
(2) La especie que en nuestra ciudad fue recogida por el Telégrafo Mercantil el 16 de diciembre de 1801