Loreto Sánchez de Peón

Loreto Sánchez de Peón en su ancianidad


Con motivo de la conmemoración de los 200 años de los primeros intentos de emancipación de los pueblos americanos que han dado lugar a múltiples eventos, este grupo de amigas y escritoras, ha decidido homenajear a las que no escucha que se nombren en los discursos oficiales. Aquellas mujeres, que ni un paso atrás ni uno adelante, sino que juntos, codo a codo con sus maridos, sus amantes, hijos, hermanos, o por convicción, ayudaron a que años después se consiguiera la ansiada independencia. O como dicen los que saben: Sin las mujeres, América nunca hubiera alcanzado su libertad.

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La panadera entraba al Cuartel realista siempre a la misma hora. A los soldados se le iban los ojos detrás de su figura alta y delgada, los ojos azules soñadores y el andar derechito de quien sostenía una canasta sobre la cabeza.

Iba con su vestidito humilde y dos bolsitas colgando de la cintura.

Marchaba ajena a las bromas y a las insolencias de la soldadesca.

En el momento en que se pasaba lista a la tropa, ella se sentaba sobre la tierra, como si descansara sus esfuerzos. Y con aspecto distraído oía los presente y los ausente.

Es que Loreto Sánchez de Peón era una espía, cuya función en esos dias era la de informar sobre el número de efectivos en las tropas de Pezuela, Olañeta y Laserna.

Como no sabía contar, usaba una argucia. En el bolsillo de la falda, llevaba granos de maíz . A medida que se pasaba lista, colocaba un grano en la bolsa derecha si escuchaba “presente”, o en la izquierda si oía un “ausente”.

No se agotaban ahí sus servicios. Recorría a caballo los caminos entre Santa a Jujuy, a veces en ropas de varón, a veces escondiendo los partes en los ruedos de la falda. No temía subir en plena noche al cerro San Bernardo, llevando informes urgentes al puesto patriota.

Su víctima principal fue el Comandante Olañeta, pero también usaba sus encantos para obtener secretos militares de otros oficiales.

Cuenta Frías que el padre de Loreto, fue un asturiano, encargado de conducir los caudales del comercio hasta Buenos Aires, y los correspondientes a éste y al rey a España. Con esta función había amasado una cuantiosa fortuna. Como había quedado viudo cuando Loreto tenía 7 años, pensó en radicarse definitivamente en su patria. En el último viaje, llevando lo que era de la corona, y lo suyo propio, murió. El rey cargó con todo, ya que a la distancia no hubo quien defendiera a la huérfana.

Loreto vivió hasta los 105 años, y hasta el último día de su vida, lució en sus cabellos, moños celestes y blancos, que le recordaban la patria.

Cuando las fuerzas realistas se aposentaron en Salta y Jujuy, muchas de las mujeres que tenían hermanos, hijos, maridos, en las filas patriotas, decidieron quedarse en el territorio, ahora enemigo, y formaron una red de espionaje, sin el cual, hubiera sido muy complicado para los americanos, recuperar el territorio.

Esas mujeres, hicieron lo que todas las hembras han hecho cuando de espionaje se habla. Prestar oído, infiltrarse, enamorar oficiales para obtener información, para convencerles de pasarse al ejército revolucionario.

Si tuvieron miedo, lo vencieron. Y la particularidad fue que trabajaron mancomunadas, sin distingo de clase social.

La historia guardó algunos nombres, pero quedan cientos en el anonimato. Por cada mujer que cobró fama por sus actos, había por debajo una red de otras, colaborando.

Pezuela fue un comante terrible, amenazó a los hijos pequeños, azotó públicamente, confiscó bienes, emparedó a estas mujeres. Ellas no aflojaron, tenían en claro la hora histórica que les había tocado vivir, y la asumieron con todos sus riesgos.



© Ana di Cesare