Cafés de Boedo 1era parte

Cuando Boedo era solo un camino recorrido por tropas y carretas que cruzaban alfalfares, quintas, tambos y hornos de ladrillo, las diversiones y el descanso se emparentaban con el hombre de a caballo.

Había por esta zona pulperías como la de Gades, situada en Chiclana y Loria, que tenía canchas de bochas, donde se armaban riñas de gallos y reunión para copas y baraja.

Con la inmigración a esa pampa le nacieron desperdigadas casitas y almacenes esquineros con despacho de bebidas, donde destacaba el estaño.

El tiempo pasó y esos “despachos de bebidas” fueron la cédula madre de los cafés de Boedo, lugar de encuentro para la generación de poetas, escritores, pintores, escultores, políticos, futbolistas e inefables filósofos cotidianos que recorrían las calles del barrio en la década del treinta.

Hubo también, a cielo abierto, glorietas donde se bebía cerveza y podía escucharse a guitarreros, cantares y payadores. “La Aulita”, estaba en Boedo y Carlos Calvo, “La traición” por Colombres y Carlos Calvo. Era época de caudillaje político y solían armarse grescas fenomenales.

Rememorando a Jorge Luis Borges en “La poesía en Buenos Aires”: “Solía concurrir a las largas y apartadas tertulias para ver y escuchar a tipos de la orilla. Andaba por glorietas, recreos y demás lugares de concurrencia de esa clase de payadores y cantores”.

Son pocos los viejos cafés que quedan aún en pie, recordándonos un Buenos Aires distinto.
El café “Homero Manzi”, situado en la esquina Noroeste de San Juan y Boedo. En 1927 se lo conocía como “El Aeroplano”, quizás porque allí nació el vals de Pedro Data, o por el dibujo de un aeroplano en una de sus paredes.

La mitología popular cuenta que en una de sus mesas pegada a la ventana que mira a la Avenida San Juan, Homero Manzi escribió la letra del tango “Sur”. También se dice que entre otros muchos parroquianos, paraba el anarquista Severino Di Giovani.

Con los sucesivos cambios de dueño se llamó en 1937, “Nippon”, en 1948 “Canadian”, hasta llegar al actual y justo nombre.

El café Dante, situado en Boedo 745, era el lugar de reunión de futbolistas y futboleros, todos simpatizantes de San Lorenzo, tal es así que tenía luces azules y rojas que se encendían cuando “El Ciclón”(1) ganaba. Sus jugadores pasaban por el café después de los partidos, donde los esperaba la muchachada del barrio.

En sus mesas sesionó “La República de Boedo” y, también, nació allí de la mano de José González Castillo, la Peña Pacha Camac.

El café “Gran Boedo” estaba en Boedo 819, en su salón se escuchaba música interpretada por orquestas de señoritas, recordamos “La Internacional”, dirigida por Amelia Cruz, y su vocalista Magdalena del Solar.

Este café compartía el local con el teatro América, donde el género era el “Varieté”, precursor de la clásica Revista Porteña.


© Peña de Historia del Sur. Ana di Cesare, Gerónimo Rombolá, Beatriz Clavenna

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Versión para Internet de los artículos publicados en septiembre de 1993
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