Biblioteca Miguel Cané

Los vecinos de Boedo hemos tenido muchos importantes motivos para enorgullecernos:
poetas, escritores, hombres de genio, teatros, cines,
una Universidad Popular, Peñas Artísticas.
De tantos que ayer fueron, subsiste la Biblioteca Cané, en Carlos Calvo 4321.

Muchos de nosotros -los que escribimos esta nota y quienes la leen- estamos habituados a acercarnos a ella, observamos que los concurrentes no son sólo de la barriada boedense. La biblioteca Cané centraliza a lectores que llegan desde la Provincia de Buenos Aires; muchos de ellos se lamentan de no ser vecinos de la ciudad porteña, pues eso les permitiría asociarse a la Biblioteca Circulante, tal es el prestigio que posee.
Aunque haya perdido el esplendor edilicio de otras épocas, nuestra biblioteca nació vigorosa y, su actual vigencia surge de la fuerza de su obra que la constituye en un centro del saber irreemplazable en la ciudad de Buenos Aires. Esto se refleja en las recordadas palabras con que el Intendente Mariano de Vedia y Mitre inauguró su actual emplazamiento el 6 de diciembre de 1935: “Por eso una biblioteca pública es algo más que un instrumento de cultura. Es efectivamente una manifestación de solidaridad, de la cooperación social y, en ese sentido constituye para el estado, llámese Nación, Provincia o Municipalidad, el cumplimiento del deber, y del deber hoy indeclinable” (sic)
Sus orígenes se remontan al 25 de junio de 1926, cuando se ordenó la instalación de Bibliotecas Municipales en los barrios industriales, siendo la primera en establecerse, la que fuera bautizada con el nombre de “Miguel Cané”, en Independencia 3899.
El aumento en la afluencia de público obligó a que la biblioteca se mudara a su actual sede, en la fecha antes señalada. A partir de allí y por algunos años vivió sus mejores momentos; testimonio de ello eran los servicios que prestaba a los lectores en las instalaciones que poseía. En aquella época se puso especial cuidado en lograr que fuera moderna en materia de luz, ventilación y atención para los 600 concurrentes diarios que las estadísticas indicaban (por la ficha que integra cada lector, se sabe que en una jornada excepcional, se registraron 1006).
Instalaciones
En la planta baja, se encontraba el salón de lectura, donde cada lector disponía de un escritorio con luz local y un accesorio que adecuaba la inclinación del libro; los ruidos del tránsito exterior habían sido reducidos con caminos de goma. También ocupaba dicha planta la primera hemeroteca fundada en Hispanoamérica, que recibía diarios y revistas de todo el mundo, con temas referidos a todas las ramas del saber y del quehacer humanos; estas publicaciones permanecían largo tiempo a disposición del público, coleccionándose luego las más representativas de cada país.En pocos segundos, el amplio salón de lectura se podía transformar en sala de actos públicos, con características de acuerdo a las circunstancias; tenía un escenario movible que se ampliaba o reducía de acuerdo a las necesidades, donde se ofrecían representaciones teatrales, proyecciones cinematográficas, conciertos musicales y conferencias. La cuarta dependencia allí instalada, era la oficina de informes, que proporcionaba al público, todo tipo de datos sobre servicios públicos del país y del extranjero.
En la planta alta, alejada de todo ruido, funcionaba una sala destinada a investigadores, que podían trabajar en la biblioteca como si fuera propia. Para 1936 se proyectaba una sala exclusiva para las investigaciones de historia nacional, como así también una conforoteca, donde se reunirían todas las conferencias realizadas en el país. En el mismo piso estaba la biblioteca circulante, que contaba en aquel momento, con 5000 volúmenes que se esperaba triplicar en un año; el movimiento de libros rondaba los 35 a 50 por día. La Dirección de Administración de la Biblioteca, junto a la Comisión Nacional de Bibliotecas ocupaban también el piso alto.
Finalmente en el subsuelo funcionaba la biblioteca infantil.
Servicios
Hoy resultan curiosos, aspectos y actividades que realizaba la Biblioteca Cané en aquellos años.
En las vidrieras, a la calle, se exponían las novedades recibidas.Había una sala de reparaciones, donde se arreglaban y desinfectaban los libros cada vez que habían sido usados.
Personal especializado traducía los títulos de los impresos que llegaban del exterior, pero si algún lector lo solicitaba se realizaba la traducción total del texto.
La Biblioteca aceptaba donaciones por mínimas que fueran, las retiraba del domicilio del donante, quien solo con un llamado telefónico concretaba el trámite.También aceptaba libros en depósito que eran devueltos en perfecto estado de conservación cuando los reclamaba su dueño, no obstante haber sido utilizados por el público. Este servicio era promocionado por la biblioteca.
Todo informe podía reclamarse telefónicamente o por correspondencia, en idioma castellano, alemán, francés, italiano, inglés y portugués. Aún sobre la circulación de medios de transporte de la ciudad.
En 1953, en su cede se fundó la Primera Biblioteca Municipal para ciegos, en la convicción de que las bibliotecas Municipales, debían abarcar a todos los sectores de la población.Hoy han desaparecido la hemeroteca, la sala de conferencias, la sala de investigadores, los pisos de goma, los dispositivos de comodidad de la sala de lectura; pero la Biblioteca Cané, sigue en pie, manteniendo sus dos condiciones esenciales: una importante colección bibliográfica y la esmerada atención de un personal calificado. Como ya hemos dicho, su fama ha trascendido los límites del ejido capitalino, y, para los porteños es la decana de las bibliotecas municipales, para el barrio de Boedo un orgullo tenerla dentro de sus tesoros culturales.
Nuestra permanente concurrencia al lugar para el desarrollo de nuestra tarea, nos convirtió en testigos circunstanciales del tremendo deterioro que la acción del tiempo produjo en el edificio. La Biblioteca estaba injustamente postergada, sufría carencias severísimas, en lo edilicio y estructural. Venía de un período de olvidos, situación que originó la serie de artículos que sobre ella escribimos, a partir de enero de 1993, solidarizándonos y, recordando a vecinos y autoridades municipales, lo que la “Miguel Cané” había significado en la historia y cultura de nuestra ciudad.
A pesar de los problemas, continuaba viva, nos contaba quien era entonces la Jefa de división a cargo de la Biblioteca, Sra. Roselba Martínez de Mac Lean, como la institución continuaba realizando tareas que iban más allá de la mera lectura.
En 1990 cuando Salas era Director de bibliotecas, y Antonio Requeni, padrino de la Migue Cané, se dictaron conferencias, se celebró por primera vez el “día del poeta”; se participó en el programa radial ”Che Buenos Aires”; se recibieron obras de concursos de cuento y poesía. En 1991, también se recibieron obras para el concurso de poesía organizado por la Dirección de Bibliotecas.
En el 93 funcionó la “Hora del Cuento”, donde niños de tres a diez años participaron dramatizando situaciones emanadas de las lecturas, coordinados por un especialista.
También se desarrolló una serie de conferencias sobre “la nueva forma de generar empleo”, dirigidas a adolescentes y público en general, cuya idea partió de la coyuntura socio-económica, que la Argentina vivía en aquellos días.
En 1992 la Biblioteca recibió un promedio diario de 70 a 80 lectores y se solicitaron unos 10 préstamos domiciliarios.
La atención se extendía a los tres niveles estudiantiles, incluyendo la biblioteca infantil para los más pequeños.
A su población general se agregan los investigadores que trabajan, por ejemplo, en sus tesis doctorales; personas muy ancianas que se vuelcan a la narrativa y viejos profesionales que estudiaron en su ámbito y pasan hoy a visitarla con afecto.
Para quienes la frecuentábamos en búsqueda de obras eruditas y específicas, era común asombrarnos ante los hallazgos. Obras de valor indiscutible, que el personal se preocupaba de poner a nuestra disposición con diligencia y actitud profesional.
De su colección bibliográfica se contaban entonces 45.000 títulos. Por su antigüedad son dignos de destacar, “Della eloquenza italiana” de Giusto Fontanini, editado en 1736; “Saggi di disertazioni accademiche” impreso en 1742.
Por otra parte, colecciones de gran calidad en historia del arte, literatura universal, letras argentinas e historia natural.
El nivel de preparación del personal, en aquellos días negros de su historia, era elevado, desde egresados de la carrera de Bibliotecología, estudiantes de la misma y de otras disciplinas universitarias. Recursos humanos, que a pesar de las dificultades estaba siempre pronto a multiplicar los auxilios para satisfacer las demandas.
Elogiábamos a todos, en aquellos días, sintetizándolos en la Srta. Susana Carp, quien siempre puso su erudición a nuestro servicio.Afortunadamente, en los años que siguieron, la biblioteca fue rescatada del olvido y, si bien no regresó a sus tiempos gloriosos, ha recuperado al menos los recursos para operar dignamente, con confort. Hoy, los talleres, las representaciones teatrales, conferencias, etc., se ofrecen, sobre una estructura edilicia adecuada y no en medio de las inundaciones, como ocurría. Nos ha tocado ver en los noventa, como había que correr apresuradamente los libros de lugar para que no los sepultara el agua.
Hay que reconocer al lector, al vecino, el reclamo que hizo posible ese cambio.Un empelado de lujoEntre 1937 y 1946, formó parte del personal, el escritor Jorge Luis Borges. En ese tiempo escribió: “La biblioteca de Babel”, “La lotería de Babilonia”, “La muerte y la brújula”, “Las ruinas circulares”, “Pierre Menard, autor del Quijote”, “Tiön Uqbar Orbis Tertius”. “El jardín de los senderos que se bifurcan”, “Ficciones”. De la misma época son: “antología de la poesía argentina” firmado junto a Bioy Casares y Silvina Ocampo y, notas que aparecieron en las revistas “el Hogar” y “Sur”.
En el anecdotario de la Biblioteca Cané, encontramos el escritorio y el tintero, que según los dichos fueron los usados por Borges, para escribir esa obras. Pero además, como se ayudó en los noventa, a un descendiente del Sargento Cabral a componer la biografía de su antepasado. Que en la década del 60 funcionó en el sótano el “Teatro libre del Oeste”; que en 1964, estuvo Sergio de Cecco con sus títeres.
En Mayo de 1990, Carlos Saura visitó el lugar buscando ambientación para filmar el cuento “Del Sur”. Un grupo del Centro parisino George Pompidou, atraído por el antiguo prestigio de la biblioteca. Concurrió a visitarla. Así como especialistas estadounidenses de la obra de Borges.La biblioteca tiene su cede en Carlos Calvo 4321 (1230) Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Tel: 4922-0202
© Peña de Historia del Sur. Ana di Cesare, Gerónimo Rombolá, Beatriz Clavenna

Versión para Internet del artículo publicado en enero de 1993
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